receta

me dolían los güevos espontáneamente.
así sentado fumándome un cigarrito, y de pronto,
ayayay...
el relámpago pegándole al alfiler caliente
que me los atraviesa
un dolor tan contundente que ni chance de gritar,
tan inmediato,
que no da tiempo de desmayarse
cuando ya pasó,
como mala noticia.

Mis amigas me advirtieron de la existencia
de miles de enfermedades que empiezan con ese síntoma
todas dolorosas, humillantes.

Me asusté y busqué un guevero. Luego me dijeron,
se llaman urólogos.

Y encontré uno que atiende muy cerca
del taller de bicicletas así que saqué una cita
y fui a que me la engrasaran.

(a la bici)

es muy sabio el maestro que arregla bicis.
nomás la vió y me dijo:

le voy a bajar el asiento
porque si no te van a doler los güevos.

(y ya no fui al urólogo)

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